Más de la mitad de las regiones vinícolas en el mundo podría desaparecer con un calentamiento de 2 ºC, objetivo del Acuerdo de París, y hasta el 85% en caso de una subida de 4 ºC, según un estudio publicado el martes.
Un grupo de investigadores desarrolló un modelo para cruzar los datos de desarrollo de las 11 variedades de uvas más comunes en el mundo con las proyecciones del cambio climático, de acuerdo al informe divulgado en la revista estadounidense PNAS.
Concluyeron que el 56% de las regiones vinícolas en el mundo podrían volverse inaptas al cultivo con un calentamiento de 2 ºC y el 85% con uno de 4 ºC, escenario considerado cada vez más posible por parte de los científicos habida cuenta de que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando, cuando deberían reducirse drásticamente para contener el cambio climático.
En cambio, otras regiones se volverían propicias a la producción de vino, según los autores del estudio, liderados por los investigadores Ignacio Morales-Castilla, de la Universidad de Alcalá en España, y Elizabeth Wolkovich de la Universidad British Columbia, en Canadá.
Las regiones que ya son cálidas sufrirán las mayores pérdidas, como en el Mediterráneo, donde España e Italia perderán casi 65% de sus viñedos, con muy pocos nuevos territorios aptos (menos del 10%).
Las de latitudes más elevadas, como Nueva Zelanda y el norte de Estados Unidos, registrarán en cambio un aumento del territorio cultivable, entre 15% y 100%, según las variedades de uvas.
Las regiones más templadas, como Francia y Alemania, compensarán sus pérdidas con un porcentaje similar al de los nuevos territorios (20%), de acuerdo con el estudio.
Los investigadores subrayan a la vez que las pérdidas podrían mitigarse cambiando las variedades de uvas.
Así, las variedades tardías y que mejor soportan el calor, como syrah y garnacha, podrían potenciarse en las regiones vinícolas actuales, mientras que las más precoces como pinot noir y chardonnay podrían cultivarse en las zonas más septentrionales.
Estos cambios supondrían “desafíos complejos, pero no inalcanzables, en los planos legal, cultural y financiero”, estiman los autores.