La casa de Latifa Naji, en el campo de refugiados de Al Amari, en Cisjordania, se convirtió en un símbolo del conflicto, al haber sido demolida cuatro veces por el ejército israelí en represalia a los ataques cometidos por sus hijos.
Pero cada vez fue reconstruida por la familia palestina.
La semana pasada, los soldados volvieron a irrumpir en esta casa de dos pisos de nuevo en obras para reducirla, con ayuda de excavadoras, a un montón de escombros.
La familia había iniciado la reconstrucción meses antes, después de que el ejército demoliera la casa en diciembre de 2018 luego de que uno de los hijos de Naji, Islam Abu Hamid, mató a un soldado israelí arrojándole un bloque de cemento desde un tejado durante una redada.
Reconstruir las casas destruidas por los israelíes es para los palestinos un acto de resistencia, una reacción a lo que denuncian como “castigos colectivos” de Israel y una muestra de que no abandonarán sus hogares.
Desde el punto de vista israelí, estas reconstrucciones muestran más bien un apoyo generalizado de los palestinos a los ataques contra Israel, sobre todo porque la Autoridad Palestina apoya financieramente estas obras.
Seis de los diez hijos de Naji, de 71 años, conocida en el campo de refugiados como Um Yussef Abu Hamid, han sido encarcelados por Israel por su participación en diferentes ataques. Uno de ellos murió a manos del ejército israelí.
“Ninguna madre quiere ver a sus hijos lejos de ella, pero es su vida y ellos han elegido su camino”, afirma. “Cada casa palestina tiene un preso, cada casa tiene un mártir, pero se puede decir que nosotros hemos sufrido un poco más que los demás”, agregó.
“Más fuertes y decididas”
Israel ocupa Cisjordania desde 1967. En este territorio palestino viven unos tres millones de palestinos y 400.000 colonos israelíes repartidos en asentamientos que el derecho internacional no reconoce.
Las autoridades israelíes destruyen con frecuencia las casas de palestinos que han perpetrado ataques contra Israel. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, apoya esta política, que a su juicio sirve para impedir atentados suicidas.
“No les importa morir, pero sí saber que su casa será destruida inmediatamente después”, dijo Netanyahu en 2014.
Para los defensores de los derechos humanos, esta estrategia es un “castigo colectivo” y no sirve realmente para disuadir a los que desean perpetrar un ataque.
Para Tahsin Alian, de la ONG palestina Al Haq, “la demolición de la casa de Naji es fruto de una política israelí sistemática” que quiere sobre todo “sacar a los palestinos de sus casas para dejar el lugar a los colonos” israelíes.
“Estos castigos colectivos israelíes sólo tornan a las familias palestinas más fuertes y más decididas”, dice Naji, rodeada de fotos de sus hijos y de su difunto marido en la casa en la que vive provisionalmente.
Control del ejército
Los soldados israelíes avisaron a Naji días antes de que demolieran la casa por cuarta vez. Según el ejército, los derechos sobre la casa y sobre la tierra pertenecen ahora a Israel y son una zona militar en la que la construcción está prohibida.
Después de que la casa familiar, situada cerca de la ciudad de Ramala, fuera demolida en diciembre de 2018, “las obras de reconstrucción comenzaron pese a la prohibición y se previó por tanto una nueva demolición”, explica el ejército.
Horas después de que la casa fuera reducida de nuevo a escombros, el primer ministro palestino, Mohamad Shtayyeh, visitó el lugar y prometió que la vivienda sería reconstruida una vez más.
“No voy a llorar por un montón de piedras. Las piedras no son tan valiosas como nuestros hijos, nuestra tierra o nuestro país”, afirma Naji.
Fuente: BioBioChile.cl