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Piñera: un ultra presidencialismo que perdió la brújula

Hace un año, en agosto, Piñera cambió el gabinete. En rigor lo hizo dos veces: un jueves y el lunes posterior. Se dijo que la idea principal fue la cartera de Educación, desde donde salió Gerardo Varela y que luego se sumó la de Cultura, a través de Mauricio Rojas. Además, se agregó Medio Ambiente por el traslado a Educación de Marcela Cubillos, lo que obligó a su reemplazo.

Muchos esperaban un ajuste mayor, pero quedó en eso, un cambio menor o “ratón” para los deslenguados. Sin previo aviso, el mundo de la cultura fue el epicentro de un fulminante repudio a Rojas por sus dichos sobre el Museo de la Memoria, que calificó como un “montaje”. La amplitud y masividad del rechazo ciudadano al negacionismo en Derechos Humanos lo hicieron caer, el Presidente tuvo que “aceptar” su renuncia.

Y en Educación, a las semanas, el cambio desembocó en ásperas discrepancias con el movimiento estudiantil y el profesorado que después llevaron al paro de educadores más largo del último periodo, la ruta conflictiva de la nueva gestión fue restando cada vez más apoyo al gobierno. A la postre, Piñera no sabe si ganó o perdió con despedir a su pintoresco amigo, el sr Varela.

Sin contar con una visión estratégica coherente y sostenida, inmerso en sus permanentes zigzagueos mediáticos, Piñera apostó a una incierta reactivación económica y que la acción represiva frenara las movilizaciones sociales y la demanda mapuche, hasta que sus propias directrices de “mano dura” en la Araucania tuvieron un efecto que se advirtió oportunamente desde la oposición, el crimen del comunero mapuche Camilo Catrillanca impactó decisivamente en la situación nacional.

El “comando jungla”, presentado por Piñera con abundante retórica confrontacional, en Junio del 2018, se desplomó por el crimen cometido en contra de jóvenes mapuche indefensos. A pesar de horas de tortuoso manejo de la situación, en que el mismo ministro del interior reconoció la destrucción de evidencia, la verdad se abrió paso de modo incontenible. Lo sucedido fue que agentes del Estado hicieron uso del terrorismo que debían erradicar.

A consecuencia de ello el gobierno sufrió la perdida de autoridad del núcleo articulador del gabinete radicado en el comité político de ministros, aunque de esa realidad Piñera no ha querido hacerse cargo, pero sus efectos han acentuado el ultra personalismo de su gestión a niveles enteramente desproporcionados.

El “comando jungla”, presentado por Piñera con abundante retórica confrontacional en junio de 2018, se desplomó por el crimen cometido en contra de jóvenes mapuche indefensos
– Camilo Escalona

A las semanas de evadir responsabilidades políticas en relación al “comando jungla”, en Diciembre pasado, el gobernante no trepidó en descargar el costo en Carabineros, destituyendo el Alto Mando que el mismo había encargado constituir al inicio de su errática gestión. Fue el segundo descabezamiento, a gran escala, que sufrió el cuerpo policial en menos de un año.

A inicios de año los negativos resultados internos incitaron a Piñera a la aventura de Cúcuta, en Colombia, en la frontera con Venezuela, pensando que el dilema del proceso político en ese país tendría en él a un actor central. Fue un salto al vacío. El camino democrático lo deben resolver las fuerzas políticas de Venezuela. Una visión intervencionista tan primaria como la ensayada en Cúcuta estaba condenada al fracaso. Fue penoso como se comprometió la política internacional de nuestro país.

Chile siguió con bajo crecimiento y fuerte inseguridad pública. Así, está vez en Junio, Piñera hizo un nuevo ajuste ministerial para frenar la impopularidad. Este cambio fue en Relaciones Exteriores, Salud y Economía. Al sacar a Ampuero de la Cancillería quedo sin “conversos” en el gabinete, ese “gustito” no le resultó, eran operadores sin identidad reconocible, y tuvo que encargar esas funciones a gente de confianza, reclutados en la derecha tradicional.

Archivo | Agencia UNO
Archivo | Agencia UNO

En suma, Piñera de nuevo eludió el problema de fondo, corregir la composición del núcleo rector de la conducción política y económica que el encabeza, la que quedó igual, lo que significa que le acomodan ministros débiles, impotentes de contrapesar sus acciones, de modo de dar rienda suelta a su incontrolable personalismo y que marcan su gobierno de incesantes anuncios que nunca se realizan.

Así, en las horas posteriores al atentado criminal contra Carabineros en Huechuraba, en La Moneda, Piñera hizo de vocero y relegó al ministro de Interior al silencio a su lado, tomando para si en forma excluyente la figuración mediática y la imagen corporativa del Gobierno, que fue él, exclusivamente.

Pero no fue capaz de un mensaje “nacional”, atacó torpemente al Parlamento en un vano intento de traspasar una instransferible responsabilidad de su propia condición de gobernante como es la seguridad pública. Tampoco resolverá el problema involucrando al Ejército en tareas que no le son propias, como la lucha contra el narcotrafico. Las lecciones de países que lo hicieron indican lo contraproducente que ha sido esa decisión para la gobernabilidad democrática.

Además, se involucró en un conflicto impropio con el Poder Judicial, por rehuir la responsabilidad en el incumplimiento de su principal promesa de campaña, la de acabar con la delincuencia. La estabilidad democrática requiere respetar la independencia de los poderes del Estado que se ve afectada con un presidencialismo exacerbado.

Ahora bien, el Presidente pasó de la euforia al desaliento, así desde el martes 30 de Julio, en Chilevision, hizo un pronóstico sombrío de las perspectivas económicas; ahora la culpa ya no pudo ser del gobierno anterior y recayó en el conflicto China-USA, y de paso, en los inmigrantes que llegan al país. Pero, Piñera no dio las cifras duras del horizonte económico.

En las últimas horas el pais se informa que una encuesta del Banco Central baja la proyección a sólo 2,6% de crecimiento para el año y el ministro de Hacienda ahora dice que habrá una política fiscal “expansiva”, pero insiste en una reforma tributaria que favorece al 1% más rico de la población rebajándole, a lo menos, en 900 millones de dólares la carga impositiva. Así, ¿cómo financiará el aumento del gasto?

Piñera dió un giro en su idea de ir rápido y dijo en la comuna de El Bosque, que “no se puede hacer todo en un día”, no es viable la rápida regresión mercantilista que levantó en la campaña electoral y pierde la brújula. Esta conducta errática llegó al máximo al afirmar el gobierno, sin argumentos objetivos, que la rebaja de la jornada laboral a 40 hrs significa perder 303 mil empleos y acto seguido propone disminuirla a 41 hrs, queriendo ver una gran diferencia entre una y otra cifra. Esto si que es una total incongruencia.

Cuando modificó el gabinete, el Presidente aplicó la vieja estrategia de dar la impresión que todo cambia para que nada cambie, y se acentuará lo principal, el Gobierno será solo Piñera. Es decir, este periodo de 4 años será el de mayor concentración personal del poder en democracia, sólo superado en dictadura. Así se debilita la institucionalidad y la República. Eso no se arregla rezando.

Camilo Escalona Medina
Ex Presidente del Senado

Fuente: BioBioChile.cl

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