El pequeño animal vive en los bosques de la sierra de Aroa, en el norteño estado de Yaracuy, y recibió el nombre de Mannophryne molinai, en reconocimiento póstumo a César Molina (1960-2015), un herpetólogo venezolano que dedicó su vida a trabajar con anfibios y reptiles.
Es un “sapito de collar (por una banda negra en la garganta); los individuos más grandes solo alcanzan los 2,5 centímetros”, detalló a la agencia de noticia AFP Miguel Matta, coautor de la investigación. Las hembras son ligeramente más grandes que los machos.
Los colores del dorso son una mezcla de marrón, gris y verde oscuro.
El vientre de los machos es blanco y su garganta grisácea; las hembras exhiben una coloración ventral más vistosa, con la garganta amarilla y el collar negro más marcado, y la barriga blanca parcialmente teñida de amarillo, describió Matta.
Otra característica es el sonido que emiten los machos, “consistente en series extensas de notas individuales”, agregó.
Aunque se presume que su distribución es más extensa en la serranía, hasta ahora solo se conoce su presencia en un punto denominado La Rondona.
Los primeros ejemplares de Mannophryne molinai se encontraron en 2012 en un riachuelo de la zona. En principio se pensó que se trataba de otra población de Mannophryne herminae, ampliamente distribuida en la cordillera de la costa de Venezuela, pero las dudas persistían.
Como las especies de este género son difíciles de diferenciar entre ellas, “hizo falta más investigación para asegurarnos de que se trataba de una especie no descrita”, explicó Matta.
Los trabajos de campo se prolongaron por varios años y para la descripción de la especie fueron necesarias fotografías, análisis de grabaciones de sus vocalizaciones y una minuciosa comparación con las otras 19 especies conocidas del género Mannophryne.
La investigación fue publicada en la revista científica arbitrada Zootaxa.
En ella participaron Matta, de la Universidad Central de Venezuela, y los herpetólogos Enrique La Marca, de la Universidad de Los Andes, y Fernando Rojas-Runjaic, del Museo de Historia Natural La Salle, quien encabezó el estudio.
Especie amenazada
El descubrimiento de una nueva especie siempre es una buena noticia para la ciencia, pero en el caso de las Mannophryne contrasta con su vulnerabilidad por la deforestación, dijo Matta.
Aún cuando la sierra de Aroa está protegida en su extremo norte, el resto del territorio, donde fue hallado el anfibio, “soporta una fuerte intervención ganadera y agrícola”, advirtió el científico.
La deforestación aumenta la temperatura y disminuye la humedad, y al ser esta una especie dependiente de riachuelos, “estaría en riesgo de extinguirse si los cuerpos de agua desaparecen o se contaminan”, subrayó el investigador.
La dieta de Mannophryne molinai aún no está descrita, pero las otras especies de su género se alimentan de insectos, lombrices y, ocasionalmente, de pequeños crustáceos.
Con este hallazgo suman 20 especies del género Mannophryne identificadas, 18 de estas endémicas de sistemas montañosos del norte de Venezuela.
La mitad están clasificadas en riesgo de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Este descubrimiento revela que la fauna de anfibios en Venezuela está todavía en una fase de descubrimientos y apuntala la posición del país entre los ocho con mayor diversidad de ranas en el mundo”, destacó La Marca.
Fuente: BioBioChile