“¿Tú te vas a morir un día, abuela?”, cuenta Rubén Blades que le preguntó, a los cuatro o cinco años, al ver pasar un cortejo fúnebre y, de paso, enterarse lo que significaba morirse.
“Sí, y tú también, y tú también”, le habría respondido.
Rubén Baldes sabe que ya no es joven, que tiene energía e ideas para un buen rato. Pero quiere hacer bien las cosas, dejar “sus”testamentos hechos (como buen abogado de Harvard).
Para ello, recuerda a su familia, sus inicios en Panamá. El estímulo que recibió de su familia, de su padre.
El 9 de enero de 1964, un grupo de jóvenes, en forma espontánea, pusieron –como establecía la ley- una bandera de Panamá junto a una Norteamericana en la zona del Canal, que estaba en manos de la gran potencia. Ese hecho convocó a muchos panameños a apoyar la acción, pero la represión de los uniformados norteamericanos contra personas desarmadas fue brutal: 21 asesinados y cientos de heridos.
En ese momento se rompe la imagen idílica de Norteamérica y compone la canción “9 de enero”.
En esa época se hacía “música que no te hiciera pensar, no una música que tuviera contenido político. Mi letra introduce reflexión, análisis, pausa, y eso es una contradicción que genera una tensión interesante”, afirma.
Muchos años después, en 1999, Estados Unidos de Norteamérica tuvo que devolver –por ley- el Canal de Panamá a ese país, dejando de estar dividido en dos.
“Cantar Patria el día de la devolución fue el momento más grande que tuve como músico”, afirma.
Yo no soy Rubén Blades presenta gran cantidad de material de archivo, acompaña al artista tras bambalinas y a su hogar en Nueva York, y presenta algunos temas complejos, como las disputas con la discográfica (aunque sólo menciona a la pasada sus disputa con Willie Colón) o el reconocer a su hijo cuando ya era adulto.
Respecto a su hijo, reconoce que si se esforzó en la vida por hacer las cosas bien (incluso ha actuado en una treintena de películas, algunas con grandes estrellas), aquí lo hizo mal, “es el punto negro en el fondo blanco, o el punto blanco en el fondo negro”.
“Yo escribo cuando algo me molesta”, y “cuando canto estoy en mi sitio de felicidad, del alma pura”, sostiene.
Aunque sea un documental parcial, que muestra lo que Rubén Blades quiere, es una buena oportunidad para acercarse más a uno de los grandes artistas latinoamericanos, conocerlo mejor, y de paso entender la potencia y dinamismo que tuvieron algunos creadores para abrir espacios al mundo latino en el corazón de Estados Unidos.
Con tres funciones exclusivas en Cineplanet el 26 de octubre.
Fuente: BioBioChile