Estudios de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, en los últimos años han mostrado que el consumo de marihuana (Cannabis sativa) está causando daños en el cerebro de la población escolar del país, dificultando funciones específicamente relacionadas con el aprendizaje.
La doctora Anneliese Dörr, académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad de Chile, conversó con BiobioChile sobre estos daños y cómo el consumo puede incluso llegar a interferir con el proyecto de vida de los jóvenes, es decir, su futuro.
Precisamente, un nuevo estudio del Campus Médico de la Universidad de Colorado Anschutz, publicado en enero en JAMA Network Open, respalda esta idea, que ya se venía construyendo en la realidad nacional.
Los resultados mostraron que el consumo frecuente de marihuana a lo largo de la vida, daña la memoria de trabajo del cerebro, una importante función que, si falla, eventualmente conduce a problemas de seguridad, dificultad para tomar decisiones, comunicación y éxito laboral.
El mismo estudio no pudo determinar si es que esta función cerebral puede recuperarse en el caso de que un consumidor frecuente deje de consumir y se mantenga en abstinencia prolongada.
Para ponerlo en contexto, la memoria de trabajo es un sistema que almacena y manipula información de manera temporal. En simple: cuando el cerebro retiene alguna información para luego utilizarla.
La investigación comprendió una muestra de 1003 adultos jóvenes (entre 22 a 37 años), hombres y mujeres, pero los más propensos a un consumo intenso a lo largo de sus vidas “tenían más probabilidades de ser hombres, tener ingresos más bajos y niveles más bajos de educación que los no consumidores”, arrojó el estudio.
Igualmente, este grupo llegó a tener mayores probabilidades de diagnóstico de dependencia en relación con consumidores moderados y no consumidores. “También obtuvieron puntuaciones más altas en cuanto a la gravedad de la dependencia a la nicotina y el consumo de alcohol”, señalan los investigadores.
En conclusión, un mayor consumo se asoció con una menor activación de la memoria cerebral, y Dörr ha demostrado que, en Chile, esto ya está pasando con la población adolescente.
De hecho, en 2024, la doctora publicó un estudio similar, con resultados preliminares, donde se analizó a 20 escolares chilenos que dejaron de fumar durante 6 meses. Tras el periodo de abstinencia, se evaluó la función cerebral utilizando pruebas neuropsicológicas y tomografía computarizada por emisión de fotón único de perfusión cerebral (neuroSPECT).
“Se puede recuperar la memoria porque en el hipocampo existe la neurogénesis, es decir, que se crean nuevas neuronas cuando tú lo estimulas, lo que permitiría revertir en cierta medida el daño. Lamentablemente, en otras zonas que se produjo daño no se vio recuperación y es lo mismo que están diciendo en este estudio que acaba de salir de JAMA y que ha estado tan difundido. Nada de lo que está diciendo este estudio nosotros no lo dijimos”, explica la experta.
¿Qué pasa con el cerebro de los jóvenes que consumen marihuana?
De acuerdo con el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA), Chile ocupa el primer lugar de toda América (Norteamérica, Sudamérica y Centroamérica) donde los escolares consumen más marihuana, cocaína y tranquilizantes (s/r).
“Los estudiantes entre octavo básico y cuarto medio son los que más consumen estas drogas, en comparación al resto de la población”, señalan. Según el SENDA, la edad de inicio de consumo en promedio parte a los 14 años, mientras que el desarrollo del cerebro continúa incluso después de los 18. “De manera que el inicio temprano del consumo pone en riesgo el desarrollo neurológico en las estructuras centrales”, añaden.
Estas cifras fuero entregadas en 2021 como parte de la Estrategia Nacional de Drogas (2021-2030), pero Dörr, por su parte, comenzó a estudiar el consumo de cannabis en jóvenes en 2006, cuando notó que sus pacientes escolares mostraban una relación entre esta droga y conductas como notas más bajas u otros problemas. Además, “desperfilaban” el consumo.
“Ahí convoqué a un grupo multidisciplinario, donde había médicos y psicólogos, a participar en un estudio que nos permitiera ver si realmente el consumo de marihuana afectaba las habilidades necesarias para el aprendizaje”, cuenta en entrevista con BiobioChile.
El equipo seleccionó una muestra de distintos colegios de enseñanza media, sin distinciones por nivel socioeconómico, desde donde obtuvieron una cantidad de escolares consumidores y una parte igual de no consumidores. Se les hicieron diversos test que medían atención, memoria y concentración, las funciones cognitivas necesarias para el aprendizaje escolar y los resultados fueron sorprendentes.
“En 2006 lo elaboramos y en 2007 echamos a andar el estudio. Fue sorprendente, fue tan estadísticamente significativa la diferencia entre los que consumían, en las habilidades necesarias para aprender, y los que no consumían, que yo me quedé preocupada. Dije: ‘¿qué es esto que está pasando?’. Porque teníamos antecedentes de que este consumo subía y subía, y se desperfilaba la percepción de riesgo”, planteaba entonces.
El estudio, que se publicó en 2009, mostró que los varones consumían más, pero había un aumento sostenido en las mujeres. Asimismo, se observaron efectos del consumo en 3 funciones claves del aprendizaje: 1) el estilo de trabajo; 2) la memoria visual y verbal; 3) y la atención, concentración y retención inmediata.
“Los resultados sugieren una posible alteración en la integración y estructuración de los estímulos espaciales si se considera el alto número de errores cometidos por los consumidores, los cuales pueden ser indicativos de daños orgánicos cerebrales”, dice el paper.
Después de estos resultados, Dörr y su equipo decidieron aterrizar aún más los hallazgos utilizando, por primera vez en 2013, tomografía NeuroSPECT para observar las zonas del cerebro que estaban siendo afectadas por el cannabis. Este estudio fue pionero en Chile y luego replicado en otros países.
“¿Qué vimos ahí? Que las mismas áreas del cerebro que tienen que ver con la memoria, con la atención y la concentración, estaban apagaditas, en color azul, que es cuando no llega oxígeno, en los que consumían marihuana. Y la diferencia era estadísticamente significativa con los que no consumían”, explica.
Con una muestra de 40 escolares consumidores y 40 no consumidores, encontraron nuevamente una asociación entre la marihuana y efectos “nocivos” sobre el funcionamiento cerebral, especialmente en funciones cognitivas involucradas con el aprendizaje.
Entre ellas: memoria, atención, concentración y efectos negativos en cuando a estilo de trabajo, precisión, organización del material, estrategias de ejecución y formas de abordar tareas.
Con la técnica NeuroSPECT se concluyó específicamente que la marihuana produce alteraciones funcionales multifocales en la corteza cerebral y compromete otras áreas como el hipocampo y algunos aspectos del hemisferio izquierdo del cerebro.
“Hay que destacar que la corteza frontal participa en la gama de conductas humanas relacionadas con la dimensión ética, función que también incidiría en el trabajo y la conducta social de los escolares que consumen marihuana”, plantea el estudio.
Su quipo hizo 4 estudios más relacionados, el más reciente se publicó en 2024 y fue el ya mencionado sobre las funciones del cerebro que se recuperaron y no se recuperaron tras la abstinencia, donde se estudió a jóvenes que querían dejar de fumar.
“Efectivamente, se vio una cierta mejoría. Ahora, la muestra que llevamos fue muy pequeña todavía, pero ya se ve una tendencia a una cierta mejoría en la memoria, ¿por qué? Porque la memoria depende del hipocampo, donde se produce la neurogénesis”, reitera.
*Imágenes cerebrales obtenidas por NeuroSPECT donde se puede ver el cerebro de un joven con consumo reciente (izquierda) y luego tras 6 meses de abstención (derecha).
“Nosotros comprobamos que el daño que produce esta planta es bastante generalizado, ya que afecta la corteza prefrontal, que es como el director de orquesta del cerebro. (…) Por eso se dice que tiene tanto que ver con la inteligencia, porque la inteligencia está distribuida en distintas áreas, pero el que la dirige es el prefrontal”, explica.
Por ejemplo, otro estudio hecho en 2012 por Madeline H. Meier, del Departamento de Psicología de la Universidad Estatal de Arizona, mostró deterioro neuropsicológico desde la infancia hasta la mediana edad en consumidores.
Allí se analizaron a 1.037 personas que consumían desde los 14 años, a los cuales se evaluó en tres momentos distintos de sus vidas entre los 14 y los 30 años. Los que fumaron de manera constante durante la adolescencia perdieron en promedio entre 8 a 10 puntos de coeficiente intelectual (CI).
¿Cómo la marihuana afecta al cerebro?
De acuerdo con Dörr, la marihuana tiene unos 500 componentes distintos, entre 70-50 de ellos son cannabinoides, de los cuales algunos están presentes en el sistema nervioso central. “Cannabinoides quiere decir que son sustancias que producen efectos en el cerebro, psicoactivos. De los más importantes que se han estudiado son el THC y el CB2”, señaló.
“El THC es psicoactivante y engaña al cerebro; el CB2 es un cannabinoide que reemplaza un neurotransmisor que nosotros tenemos, que es la anandamida. Tu cuerpo tiene sus propios cannabinoides, que se liberan cuando tú estás en una situación de placer, de angustia, tu cuerpo, tu sistema, tus neurotransmisores te ayudan a encontrar un equilibrio”, añade.
Resulta que, para regular el sistema, la anandamida llega a receptores de las neuronas que se llenan como cubos. Pero si estas sustancias vienen desde afuera, el organismo necesita formar más receptores. “Entonces cuando no tienes la sustancia, cuando no hay THC en tu cuerpo, tú te sientes en déficit porque están estos receptores vacíos. Lo que haces en el fondo es desestabilizar el sistema, confundirlo”, dice Dörr.
En esta línea, la experta puntualiza que “por eso la gente tiene sentimientos como de paranoia o angustia después, porque está desregulado el sistema. Tú lo desregulaste echándole una sustancia externa”.
Estas sustancias son naturales porque vienen de una planta, pero eso no significa que sean buenas, corrige Dörr: “La morfina viene de la amapola, una planta también, es un derivado del opio, pero no por eso yo estoy tomando. Y lo mismo el fentanilo, también viene de una planta. Son anestésicos que se usan bajo estricta supervisión de especialistas médicos en la materia, tú no puedes llegar y automedicarte eso”.
“Tú empiezas a engañar al sistema y empieza a necesitar más dopamina, porque el THC reemplaza la anandamida que tú tienes y empieza a hacer que se libere dopamina y empieza a necesitar más, desequilibra todo”, agrega.
A pesar de que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos ya ha aprobado dos píldoras que contienen cannabinoides, el mismo organismo todavía exige estudios más rigurosos y ensayos clínicos con muestras grandes para aprobar la planta como medicina. De hecho, hasta hoy no existe un consenso científico sobre su uso para tratar ciertas enfermedades.
Algunos estudios han mostrado que ciertos componentes del cannabis pueden ayudar con la esclerosis múltiple, el glaucoma, el dolor crónico por enfermedades terminales, epilepsias, náuseas asociadas a tratamientos contra el cáncer y el VIH. Pero se necesitan más pruebas, y especialmente, analizar sus efectos colaterales.
“El hecho de que la marihuana tenga que ver con posibles efectos terapéuticos está en estudio, todavía no es concluyente. En ciertos casos particulares se ha visto que tiene buenos resultados, pero tú para tener una evidencia científica necesitas grandes números”, aclara.
Los productos artesanales o alternativos, tampoco son seguros, “tal como lo es la morfina y el opio, eso tiene que ser administrado por un especialista y tiene que ser fabricado también por especialistas químicos farmacéuticos, no en tu cocina”.
¿Se puede hacer frente al alto consumo?
La doctora dice que estamos en un momento crítico y que las cosas podrían escalar como ocurrió con el cigarro, si no se toman medidas.
El ejemplo es claro, “el cigarro a principios del siglo XX lo recomendaban para la salud, para el asma, para bajar la fiebre, lo recomendaban para la vida sana. (…) Limpiaron el producto, lo asociaron a posibles efectos medicinales. Y ahí la industria del tabaco se fue para arriba, se convirtió en negocio y se legalizó”.
Su alcance y sus ganancias fueron tan grandes que para cuando fue evidente que producía cáncer, ya era muy tarde para prohibirlo. En cambio, las empresas ahora están obligadas a advertir sus efectos, como ocurre con las cajetillas que traen imágenes de tumores u otras enfermedades que causa el fumar en exceso.
“Y ahí se hizo una campaña tan fuerte que un niño lo tiene súper claro. Un niño chico dice: ‘mamá, por favor no fume, esto hace mal’, porque se lo enseñan en el colegio desde pequeño. Pero con la marihuana estamos en la etapa de principios de 1920, como 1910, como lo estábamos con el cigarro”, plantea.
La doctora explica que actualmente hay dos mensajes: que hace bien y que hace mal. Y en paralelo, no existe una política firme por parte de los gobiernos, muchos que hoy siguen discutiendo si es que la marihuana debería ser legal o no, argumentando que legalizar su consumo recreativo bajaría el consumo, pero la evidencia dice lo contrario.
“Todos los estudios en los estados de EE.UU. que han legalizado la marihuana recreacional, es decir, que tú fumas cuando quieras, muestran un alza exponencial en el consumo. Lo que dicen es falso. Y tú ves que la política prohibitiva con el cigarro ha hecho que se consuma menos. No se puede fumar adentro de la oficina, no se puede fumar en los parques, no se puede fumar en los bares, una ley con alta prohibición te baja el consumo, eso sí es real”, asegura.
“Yo no culpo al joven de fumar, si los jóvenes están siendo engañados. Se mete a las redes sociales y le dicen que es medicinal, que es terapéutica, y además se instaló una suerte de ideologización con respecto a la planta de la marihuana”, acusa.
La percepción social además contribuye a ello. “Aquel que dice que el consumo de marihuana es dañino, es alguien como pasado de moda, como rígido, poco progre, como poco relajado, mientras que el que dice que la marihuana es medicinal y es terapéutica, es asociado como libre pensador. Entonces es algo mucho más atractivo para el joven, ¿qué joven va a querer ser visto como el profesor Jirafales?”, cuestiona Dörr.
Para frenar el consumo de marihuana, lo más importante, dice la doctora, es informarse, buscar la evidencia y apelar al pensamiento crítico. “La evidencia científica tú la encuentras en revistas que tienen un factor de impacto importante y que están reconocidas por la comunidad científica como confiables a la hora de leerlas para tomar decisiones. ¿Qué hace un especialista de cáncer? ¿Va a darle hierbas que le recomienda una tía al paciente o va a ir a una revista científica que le dice cuál es el tratamiento que ha mostrado mayor eficacia en el último tiempo? Pero eso no lo sabe la población”.
Y la información hay que aterrizarla a la compresión de los más jóvenes, que al momento son los más afectados. La doctora Dörr, de hecho, realizó su tesis de doctorado estudiando cómo el consumo de cannabis obstruye el proyecto de vida de los jóvenes, donde mostró que muchos pueden no lograr conseguir sus metas por los daños en el lóbulo prefrontal.
Para este estudio, que fue más interpretativo, se analizaron ensayos sobre la vivencia de la temporalidad en jóvenes consumidores abusivos de marihuana y cómo se proyectan hacia el futuro.
“Están viviendo en un futuro inauténtico, con un trato irresponsable con el porvenir, en que si bien tienen metas, no muestran empeño en sus logros, muestran una proyección de planes irrealizables y fantásticos (ser famoso…). Es decir, el pasado y el futuro no aparecen incorporados (de lo que he sido y lo que seré), lo cual no permite que exista un “desde dónde” proyectar mi futuro”, concluyó entonces la experta.
“Yo recomiendo a los padres hablarles desde pequeños, tal como se les habla del cigarro, de lo que producen las drogas, como el alcohol, como la marihuana, que están tan normalizados en nuestra sociedad. Si uno no les habla antes de los 13 o 12 años, cuando entran a la etapa de la pubertad, ya es muy tarde porque ellos quieren diferenciarse del adulto. Entonces, van a buscar la opinión diferente a la del padre”, cierra.
Fuente: BioBioChile