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Mirtha Colman: “Me gusta pintar imágenes de la región”

Sus trabajos visuales: murales, mosaicos, esculturas y décadas de pinturas han embellecido las ciudades de Copiapó y Chañaral, un aporte en imágenes a nuestra identidad.

Mirtha Colman es pintora, artista visual, poeta, y creadora de murales en pintura y en mosaico, así como de esculturas que han dejado una huella en Copiapó y en Atacama. Oriunda de Nantoco, Tierra Amarilla, vivió una época como profesional de la minería en Codelco Salvador, mayoritariamente, hasta que la abandonó para volver a vivir en una parcela y desarrollar su fascinación por el arte.

Una mujer inquieta, llena de amigos y amigas porque es muy fácil quererla, también ha diseñado parques, jardines y casas hechas de barro, que con su quehacer nos ha brindado reflexiones acerca de como nuestra zona, sus paisajes y leyendas se traducen en imágenes y también palabras.

-¿Cómo fue que empezaste a pintar?

Empecé a pintar cuando, bueno, trabajaba en El Salvador y tenía unas amigas que se juntaban a pintar. Y yo las visitaba porque se juntaban con una vecina y me gustaba lo que hacían. Y ahí un día me pasaron una tela y un florerito con flores y lo pinté. Eso fue lo primero que hice y de ahí no paré más con la pintura. En El Salvador pinté cerros, lagunas, la mina, la ciudad. Y después llegando a Copiapó…

-¿A qué edad llegaste a Copiapó?

A los 40 años. Y ahí recién empecé a pintar, a tomarlo un poco en serio y a fascinarme con la pintura.

-¿Y cuándo empezaste con la poesía?

Desde el tiempo del colegio que escribía puros versos románticos en época de adolescencia, de amor, tenía un cuaderno lleno de poesía y cuando llegué al Salvador me integré a un grupo literario que se llamaba Rafael Legaña y después le pusimos Turquesa y nos reuníamos semanalmente y sacábamos unas publicaciones de poesía cada tres meses. El único premio que me he ganado en poesía fue en El Salvador, el año 90 y lo organizaron los sindicatos de Codelco,y era el primer año en democracia, escribí un poema apurada porque al día siguiente viajaba y lo fui a dejar y después bueno después me olvidé. Pasaron unos días, me llaman que tenía el primer premio, lo entregaron en una ceremonia en el estadio de Techado, tan bonito, porque fue Illapu, fue mucha gente, fueron 500 mil pesos,  en el año 90. ¡Mucha plata! Y otro premio fue una mención honrosa con un grupo de poetas de Copiapó.

– ¿Qué pintas?

Generalmente me inspiro en la naturaleza, porque me gusta observar la luz y la sombra que se produce en un árbol, en una piedra o en una flor y atrapar esa luz y la sombra me parece fascinante y de ahí me empiezo como a inspirar y me voy al taller y empiezo a pintar. Vivo en un entorno casi de campo, como fui criada en Nantoco, entonces me llama la atención mi entorno, a veces pinto raíces o alguna flor, o atrapo una mariposa o un pájaro y eso es generalmente lo que me inspira pintar. De repente me exijo pintar otras cosas, abstracto, pero también lo paso bien porque ahí no tengo ningún concepto de que agarrarme. Porque creo que tanto la poesía como la pintura sirve para plasmar lo que a uno le molesta, lo que está en desacuerdo, como una denuncia, también he pintado cosas que me molestan.

– También has desarrollado mosaicos, murales.

Los murales los aprendí a hacer con Lorenzo Triviño, cuando nos reuníamos con los poetas ahí en la Casa de la Cultura y ahí estaba él, trabajando con una señoras de Prodemu, yo había hecho mosaicos en piso, pero me encantó ese trabajo de Lorenzo que es maravilloso y después no sé cómo nos hicimos amigos y me pidió que lo ayudara con un mural en Villa Arauco y de ahí ya trabajamos muchos años juntos.  Desgraciadamente se fue al cielo mi Lorencito, pero me dejó ese legado y he seguido haciendo murales.  El último, siempre digo que es el último, fue el que hice en la Casa de la Memoria, en febrero de este año. También en varios en Chañaral para el Minvu, para la biblioteca nueva que es maravillosa, algunos en Tierra Amarilla. Varios murales los hice para el “quiero mi barrio”, que es trabajar con la gente y eso es lo que me gusta porque uno no puede ir por la vida sin traspasar lo que uno aprende. Y eso de trabajar con personas donde he hecho murales, en Colonias Extranjeras, Villa Arauco. Es muy importante,  que ellas se sientan como parte de lo que se hace en su espacio y yo lo pasaba muy bien con las señoras.

–  Y también haces cerámica, ¿Cómo es ese ámbito de tu quehacer?

Siempre he tratado de hacer todo, todo lo que tenga que ver con trabajo con las manos o la creación. En El Salvador también hice cerámica, pero como soy un poco dispersa, siempre un día hago cerámica, el otro día me voy a ir a mi huerta a sembrar y desmalezer. Nunca me he dedicado a una sola cosa. Alguien me dijo una vez, Mirtha, si tú te dedicaras a una sola cosa, a lo mejor lo harías mucho mejor, yo le dije no me interesa ser mejor en nada solo me interesa ser.

-También está el mural que hiciste en la ACHS con el alicanto

Ese fue un concurso, tiene piedras que van ancladas, entonces nunca se va a caer en un terremoto porque se choque una con otra, son todas independientes.

-¿Por qué elegiste el alicanto?

Dije tengo que hacer algo como regional y alguien me habló del alicanto, yo había sabido muy poco de esta leyenda, busqué en la biblioteca cómo representaban al alicanto, sabía que era un pájaro de alas doradas o plateadas o color cobre,pero no sabía cómo interpretarlo. y en realidad porque todos iban bajando con las alas de una forma muy agresiva. Ese mural en la parte del Alicanto me ayudó Daniel Muñoz, había hecho un taller de escultura con él y él me ayudó a cincelar el aluminio.

– ¿Y qué relación hay en lo que tú haces con la identidad de la zona?

Bueno, eso de, por ejemplo, me gusta pintar imágenes de la región, que tengan identidad, como he pintado la cordillera, los salares, muchos desiertos.  También en Caldera fue bonito una vez un encuentro de pintores que teníamos que pintar al aire libre toda una mañana, teníamos que empezar y terminar un cuadro, pinté la casa de Tormini,  quedó muy bonita y yo lo regalé a la Casa de la Cultura de la Universidad de Atacama, y el año pasado fui, no sé por qué, dije esa pintura parece que es mía, y era y le saqué fotos.

Me gusta pintar así en vivo y en directo, a veces salgo al aire libre, al huerto donde hay árboles, flores, acequias. Recuerdo que viví en Saladillo, en el interior de los Andes camino a Mendoza y ahí salía a pintar a la orilla de un río, los cerros nevados, no pinté en mi taller, agarraba mi atril y me iba a pintar la naturaleza.

-También está el memorial que está en la Universidad de Atacama, que también lo hiciste tú.

El memorial de algunos detenidos y desaparecidos y ejecutados políticos. Fue tremendo eso para mí, porque yo viví esa época, esa mañana terrible, desastrosa en la historia, y ahí estaba, tuve que hacer el memorial para Atilio Ugarte, que compartía con él muchas conversaciones maravillosas, de Leonelo Vincenti, no fue mi profesor, pero también lo conocía, a todos los que estaban ahí los conocía, fue muy fuerte eso para mí.

– ¿Algo más que me quieras decir?

Ojalá todos tengan, no la posibilidad, sino que las ganas de hacer arte, lo que sea, porque sirve de resiliencia, para encontrarse con uno mismo, enfrentarse a una tela con lo que uno

quiera decir, si está de buen ánimo, si está apenada por algo, plasmarlo en una tela y sirve tanto. Ojalá que todos tuvieran la posibilidad, o en los colegios también, que hagan algunas clases de pintura, de literatura, incentivar a los niños que lean o que se interesen por esto que es el arte. Hay una frase de José Martí, cubano, que dice que ser culto es la única forma de ser libre.

 

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