El 22 de agosto de 1970 se inauguró el Teatro Inca de El Salvador. En las afueras esperaban ansiosos un grupo de trabajadores que recibirían su “reloj de oro”, un galardón por sus años de servicio a la minería. Eran “viejos” venidos desde Potrerillos, Barquito, Llanta y El Salvador, pero la emoción de ellos y sus familiares, estaban más bien puestas en conocer las nuevas dependencias del cine que sería inaugurado.
Diseñado por el arquitecto chileno Jorge Araya, el Teatro Inca comenzó a ser edificado a fines de 1968 por la Andes Copper Mining Company. Era una construcción moderna para la época, con revestimientos termoacústicos, extractores de aire, equipos de calefacción, butacas confeccionadas especialmente en Santiago y con equipos de proyección norteamericanos.
El corte de cinta estuvo a cargo del gerente general de la Compañía de Cobre Salvador, Andrés Zauschquevich, iniciando así más de cinco décadas de cultura a las familias mineras a 2300 metros de altura.
El Cinema Paradiso del desierto
Erasmo Cortés tiene 65 años. Es el actual proyectista del Cine Inca y desde los 12 que trabaja en esta sala. Primero lo hizo como acomodador, luego fue portero, boletero y en sus ratos libres, le pedía al “cojo” de la época que le enseñara el arte de proyectar una película. Era su sueño, al igual que Toto, el pequeño pasador de películas inmortalizado en el clásico de Giuseppe Tornatore, Cinema Paradiso.
“Yo me siento muy identificado con esa película, pues es igual que mi vida. Mi sueño de niño era proyectar filmes y lo cumplí”, señala Erasmo Cortés desde la cabina del Cine Inca, viendo pasar de este pequeño lugar la evolución de la tecnología en el séptimo arte. Primero fueron las varillas de fibra de carbono, luego las lámparas de xenón y ahora el cine digital, adaptándose a cada nuevo cambio.
En la época de oro del cine en esta parte del mundo, los mineros y sus familias tenían al séptimo arte como su gran entretención. Por ello, Erasmo Cortés debía recorrer kilómetros de desierto para llegar a tiempo a los cines de Potrerillos, Llanta y después volver a El Salvador. “Era una época hermosa”, recuerda con nostalgia.
Asimismo, más de una anécdota le ha tocado vivir. Historias de fantasmas, como aquel “señor de la chaqueta de cuero” que entra silenciosamente y luego desaparece al interior del cine. Otras más terrenales, como cuando siendo un niño, quiso asistir al show que brindaría los populares humoristas Bigote Arrocet y Coco Legrand. No tenía dinero y se coló por la parte trasera del cine, siendo sorprendido por Legrand, quien lo echó, sin antes llevarse unos cuantos improperios. Erasmo se sintió mal.
Décadas más tarde, Cortés ya estaba a cargo del cine y el Coco ya era una leyenda del humor chileno. “Como son las cosas de la vida. Ahora usted viene a actuar al cine y ahora yo soy el encargado del Inca”, le señaló Erasmo a Coco Legrand, tras contarle este incómodo episodio vivido, lo cual fue sellado con un gran abrazo y una foto para la posteridad.
Tras la pandemia, el cine cerró por cerca de dos años, siendo reabierto en junio de 2022 como el nuevo Centro Cultural Cine Inca de Codelco Salvador, empresa que decidió invertir en moderna tecnología para la proyección, iluminación y con un sonido de última generación. Todas sus funciones son gratuitas y la sala de proyección, hoy lleva el nombre de Erasmo Cortés, como un merecido homenaje a aquel niño que siempre soñó con mostrar películas al público y que lo sigue haciendo hasta estos días, desde un moderno computador pero con el mismo amor de siempre, y así, seguir dando otros 58 años de vida al entrañable Cine Inca de El Salvador.