Después de vivir 35 años en Holanda, hace unos años atrás esta artista y cantora se trasladó a Vallenar con el firme propósito de echar raíces. Una decisión que ha servido para recibir el aporte de su canto y sus composiciones en la escena artística de Atacama.
Por Jessica Acuña Neira.
Jacqueline Castro Ravello es una artista, de esas que toma una guitarra -y otros instrumentos también- y se para en cualquier escenario, con composiciones propias o aquellas del cancionero latinoamericano ligado a la trova, al folclore y a lo que en Chile conocimos como “Canto nuevo” o “la nueva canción chilena”. Ha recorrido muchos lugares, desde su Chile natal, pasando por el exilio por Argentina de muy niña y Holanda, país que la vio crecer, hasta volver a la larga y angosta faja de tierra en busca de las raíces.
Actualmente radicada en Vallenar, lugar que escogió para echar esas raíces, recorre a menudo la región, el país e incluso otros países y continentes para cantar. Su compromiso con la memoria histórica, especialmente con las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura -que vivió su familia con la detención de su padre en el campo de concentración en Chacabuco y posterior exilio- la ha hecho conocida en toda Atacama y la hizo merecedora de uno de los premios regionales de cultura en el año en que se conmemoraban los 50 años del golpe militar.
– ¿Cómo te iniciaste en el canto?
Con mi madre cantábamos, ella quiso ser cantante de ópera, tenía una voz preciosa y todas las cualidades, pero no le resultó, se casó, tuvo hijos y bueno, ya sabemos la suerte de muchas madres que no cumplen los sueños. Al parecer yo y mi hermana estamos cumpliendo sus sueños. Soy cantora, en mi casa se cantaba mucho, mi tío me dio clases de guitarra a los 9 años, estuve en el conservatorio, en el Liceo de Niñas de Antofagasta cinco años, entonces eso podría ser mi base y el conjunto vocal Río Grande con el cual actuamos en un grupo de cinco alumnas del Liceo, de tercero y cuarto medio. Al salir al exilio empezamos a cantar con mi hermana y en Holanda nos pusimos de lleno a cantar para público porque nos requerían, ya que hacían muchas actividades en contra de todas las dictaduras que había en Latinoamérica, pero también más tarde contra Irak, Irán, en donde los derechos humanos eran atropellados. Mi hermana y yo nos llamábamos dúo Verónica y Jacqueline Castro.
-¿Qué relación tiene tu canto con la identidad de Atacama?
Quizás es ancestral, ya que mi abuelo materno nació en Tierra Amarilla. Soy nieta de mineros, mi abuelo paterno nació en Huara, en la Salitrera, en el norte, al interior de Iquique. Entonces esa historia me atrae, aunque yo vine aquí a Vallenar desde el año 96, a visitar a mi madre que se había venido a vivir aquí después de haber estado en Antofagasta. Me llama la atención de este valle que la minería esté tan metida y que en la agricultura, existe la mega agricultura, que también es un lugar de desastre ecológico. Entonces es interesante verlo, aunque no lo he incluido en mis canciones aún, está en proceso. Me vine a vivir aquí después de 35 años en Holanda, porque la casa de mi madre estaba en Vallenar y porque la familia de mi marido también vivía a las afueras de Vallenar, en el desierto. He descubierto que necesito un lugar en donde me pueda enraizar, porque soy desarraigada, entonces en este lugar por lo bueno del clima tenemos nuestra casa hace poquito, aunque para mi trabajo necesito viajar a menudo, es un buen espacio para investigar.
En el año 2000 comencé y después se sumó mi compañero Nelson, a hacer un trabajo de investigación del folclore del Valle del Huasco. Me fui por el Valle Alto del Carmen y San Félix, El Tránsito, hasta Junta Valeriano. En el 2001 hicimos más o menos el mismo trabajo, pero hacia Freirina. Y después en el 2008 llegamos al Corral, que es el otro valle del Valle del Huasco. Hay cantos, cuentos y poesías, que es una cosa muy interesante porque buscando el folclore de aquí, encuentro que no existe un folclore de aquí mismo, es decir, la música. Hay algunas expresiones folclóricas como cestería o cerámica o trabajo en cuero, pero la música está como al debe. Me gustaría hacer un encuentro con músicos y gente que sepa. Estoy en esa, sí, a todos los músicos que encuentro, pregunto dónde está el folclore, la música folclórica. Entonces me siento así como un desafío para descubrir. También, bueno, los temas que la gente usa sí pueden ser de aquí mismo, como usar el tema de la agricultura, de los campesinos, pero más de la minería, de los pirquineros o de lugares que fueron muy conocidos porque significaron tanto en Atacama, sobre todo que tienen que ver con la minería. Bueno, y con respecto a las tradiciones, una vez gané un premio por una canción a la Virgen del Carrizo, en el valle del Huasco. La geografía es muy interesante, hay contrastes, el desierto florido me maravilla, el mar, que queda a 50 kilómetros de aquí, con la primera playa que es Huasco. Entonces el paisaje me llama y estoy desarrollando algunas canciones con respecto a Atacama en general. Y también grabé una canción mía que se llama Claveles de Doña Trujillo con un grupo tradicional moderno de Mozambique, la historia de una mujer que está aburrida, lo pasa mal en el lugar donde está, en la Hacienda de los Dolores, entonces se va a caminar al Valle del Huasco y en un momento determinado se siente liberada y le llega la sabiduría, pero también el amor quizás a todos y termina bonito.
-También has escrito ¿de qué trata y dónde has publicado?
En Delft, donde yo vivía en Holanda, hicieron un taller de mujeres y salió un libro que se llama “El retrato de 13 mujeres de Delft”. Escribí en un taller del PRAIS con el Hospital de Vallenar. El proyecto se llamaba “Libros que sanan”. Salió una revista, era un proyecto de memoria y salieron algunas poesías y algunos relatos. Y el último que estuve fue en Santiago, el 5 de noviembre, que lanzamos, el libro “Memorias en altavoz, relato coral de una historia viva”. Son 57 relatos de memorias de hijos de exiliados, ejecutados políticos, hijos de genocidas, que relatamos cómo fue la vida durante la dictadura y después de ella. Este libro fue editado por Adriana Goñi Godoy y Natalia Montalegre Alegría.
He escrito canciones para mi trabajo de composición Cantata Chacabuco Memoria Viva, que es un homenaje a los expresos políticos que estuvieron con mi padre allá en Chacabuco y a las mujeres que también junto con mi madre apoyaron mucho a estos hombres. He escrito canciones de la naturaleza, de saudade, de nostalgia, de desamores, de amores, canciones de infancias. Y con mis maestros payadores he escrito décimas, con El Pío Josalina, Cecilia Astorga, que hace poco falleció, y Rodrigo Núñez.
-Tú has cantado en diversos lugares del mundo ¿Dónde te has presentado?
Sobre los diferentes lugares en los que he estado cantando, en realidad he estado en cuatro continentes, alrededor de 20 países. He estado en muchos países de Europa. Estuve en China para la Conferencia de la Mujer en 1995. Estuve de gira en Turquía. He estado en Estados Unidos, en México, en Cuba, en Perú, en Europa, en el norte de África, estuve en Túnez y este último viaje que hice estuve en Mozambique, en Senegal y en Marruecos. Es que las experiencias de canto en otros lugares son preciosas porque uno realmente hace lo mismo que aquí en el Valle del Huasco, prepararme para mi concierto y cantar, pero el mensaje que entrego y la fuerza de mi voz también me conmueve. En mis conciertos, la mayoría de las veces hago cantar a la gente, o hago que me acompañen con las palmas, que se integre, se forma un ambiente ameno, amistoso y de colaboración mutua. Eso me gusta mucho a mí y la gente también se queda contenta. Hay gente que llora también porque hay cantos bastante nostálgicos. También con los niños he hecho bastante trabajo y los puedo incentivar a cantar, y las personas que no cantan las hago rapear. Entonces siempre hay una colaboración. En África estuve con muchos niños, cientos de niños. Y sobre todo en Mozambique, porque ahí es donde más trabajé con niños, la gente tiene esa alegría viva y cuando hay algún canto, algún instrumento,música, es como que todo el mundo vive en alta vibración, entonces con los niños reímos mucho y también tenía que ser un poco estricta porque, bueno, como todos los niños, un poco desordenados, porque no era en un ambiente de escuela, sino que en barrios, en la iglesia, porque me contacté con gente de la iglesia católica, aunque yo no soy católica. Los niños respondían de una forma preciosa, se aprenden las canciones inmediatamente, el ritmo es nada para ellos, las letras igual. Entonces la musicalidad que he vivenciado con el entusiasmo mutuo, entonces hay algo muy quizás mágico de vida.
– Eres una artista que se presenta en diversos escenarios de la región y con una fuerte relación con organizaciones de derechos humanos. ¿Qué puedes contarnos de esas experiencias?
Sobre mis presentaciones en la región y con respecto a los derechos humanos, el año 2023 fue muy movido, ya que estaba en la mesa de trabajo de las conmemoraciones que se hacían a través del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, de los 50 años del golpe de Estado cívico -militar. Ahí pude colaborar con mi canto, muchas veces con canciones de la cantata “Chacabuco Memoria Viva”, viví estar presente como un reconocimiento. Además presenté la cantata Chacabuco Memoria Viva en la sala de Cámara de Copiapó el 23 de septiembre. Recibí el Premio Regional de Reconocimiento y Fortalecimiento de la Identidad Cultural, a mujeres y disidencias que han contribuido al resguardo de la memoria histórica y la promoción del respeto irrestricto de los derechos humanos en el marco de los 50 años del golpe de Estado, otorgado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Atacama.
Colaboro con la memoria para que nunca más en Chile sucedan los atropellos de los derechos humanos y mi parte es la música, ese es mi servicio a la comunidad. Las condiciones son complicadas porque estamos dependiendo de organizaciones que tengan personalidad jurídica para poder presentar proyectos,hay que aprender y estamos un poco a contramano con respecto a la sapiencia de cómo se hacen proyectos.
El ambiente me lleva a hacer canciones de las vivencias de la gente de Atacama, pero también mis vivencias con la naturaleza, estoy preparando una producción discográfica que se llamará Joyas IV del Desierto de Atacama. Es parte de una serie de joyas que empecé en el año 97 a hacer, mostrando música latinoamericana con raíz folclórica y esta vez van a ser sobre todo composiciones mías. Mi conexión con las agrupaciones de derechos humanos de Atacama tiene que ver sobre todo con mi canto.
Y me he propuesto, hacer mi cantata, quizás un trabajo más de Atacama, porque la cantata Chacabuco trata de los presos que estuvieron en Antofagasta, aunque también llegaron 34 presos desde Copiapó a Chacabuco. Y eso pudimos mostrarlo el año pasado en el concierto de la cantata, escuchamos algunos testimonios de los ex-presos que estuvieron allí y que son copiapinos. No hace mucho que fue el estallido social y ahí colaboré con muchas agrupaciones que se formaron en ese momento para protestar por las políticas de los gobiernos de derecha, y los atropellos a los derechos humanos, sobre todo a los jóvenes que tienen trauma ocular, jóvenes que después se han ido suicidando, algunos porque no se responde a sus necesidades como víctimas.
Aquí en Vallenar, además de mi canto, he colaborado con los proyectos que se han hecho de escritura, libros que sanan y ahora con la periodista Jessica Acuña estamos siguiendo un taller de escritura de la memoria. Entonces mis vínculos son con PRAIS, con la Agrupación de Familiares y Amigos de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos de Atacama, con mujeres feministas, he trabajado también para ellas, para las conmemoraciones del Día de la Mujer, Día de la Mujer Indígena, con diferentes organizaciones. También he trabajado en el Festival de la Memoria Nelson Quichillao de El Salvador. Ahí saqué un premio con mi canto basado en la poesía de Santiago Javier Scorn, la canción La Flor del Desierto.
Bueno, en realidad para mí son momentos de mucha emotividad y de sacar sentimientos de tristeza, de frustración, también de esperanza que comparto con la gente. En todo caso me gustaría estar en más escenarios que tengan que ver con derechos humanos, pero también para jóvenes, para gente de los liceos, jóvenes que tienen riesgos de caer en drogas.