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Nicole Balboa y su obra: “El desierto se ve en lo árido, en los sonidos, en los paisajes”

 

Esta escritora, performer y editora oriunda de Caldera, pero que ha desarrollado su obra entre Atacama y Buenos Aires, nos habla del contraste entre su pueblo y una gran ciudad y de como el paisaje de Atacama se cuela entre las páginas de sus libros.

Nicole Balboa, conocida como Extinta Balboa, es poeta, actriz y en el cruce entre ambas artes, performer. Es calderina, pero ha desarrollado gran parte de su obra en Buenos Aires, Argentina y cruza constantemente la frontera. Este 2024 ha vuelto a su tierra natal, la que en realidad nunca ha dejado, desarrollando presentaciones, giras, y llevando sus libros a los diversos rincones de Atacama y de Chile, porque también es editora de Qhapaq Ñan desde donde confecciona libros como objetos de manera artesanal, lo que incluye hasta coserlos y encuadernarlos con un estilo muy personal.

Todo comenzó para ella desde muy niña, haciendo teatro, actuando y escribiendo para los talleres de su escuela. A los 16 años partió a Noruega a especializarse en teatro, pasó poco tiempo para hacer de nuevo su maleta con rumbo a Bolivia, donde se especializó en dramaturgia.

Su primer libro fue “Arrecife”, con el que también creó una exposición de artes visuales con collages, el que escribió en Caldera entre el 2015 y el 2017. Su segundo libro es “Citas con el Diablo”, el que nació en Buenos Aires. Su tercer libro es “Democracia orgásmica”, el que publica el 2023 junto a una performance erótica, donde recita en una bata roja e interactúa con el público en medio de poemas, música, iluminación intercaladas con proyecciones audiovisuales. Con este espectáculo ha hecho una gira que recorrió Chile, Argentina y Uruguay.

– ¿Cuándo te fuiste a Argentina y por qué?

Me fui en 2018 porque no estaba cómoda en un trabajo, estaba con una crisis existencial y decidí emigrar para ver qué quería y me terminé quedando en Argentina. Mi idea era que fuese un lugar de paso para habitar, para conocer la gran ciudad. Yo nunca había vivido en una gran ciudad, siempre en mi pueblo. Pero bueno, me terminó gustando y me terminé quedando.

-¿Y allá era más posible desarrollar tu escritura, tus presentaciones, las performances?

Sí, es mucho más posible, de primera, por la cantidad de espacios culturales abiertos. Es una ciudad que tiene más teatros que Broadway, dicen que hay un teatro cada tres cuadras. Pero, claro, eso hace que haya muchos espacios para poder desarrollar, para poder presentar, para poder pulir un show también. Hay muchos espacios de laboratorio, para poder ir creando. Y aparte de los espacios, la gratuidad para aprender.

– ¿Y el público cómo accede a los espectáculos y teatros?

Hay pagados, con tarjetas de crédito que te salen carísimos como darle de cenar a toda una familia. Hay otros a la gorra. Hay otras producciones estatales que subvencionan al Estado, y teatros completamente subvencionados por el Estado también. O sea, hay un montón. Y cuando hablamos de teatro lo digo como el espacio que acoge a escritores, pintores, dramaturgos, músicos, obras de teatro.

– Y ahora tu vuelta a Caldera ¿Cómo ha estado?

Los teatros en los que estaba trabajando cerraron y eso obviamente cuando el Estado deja de subvencionar el arte es un problemón, no solo para la gente sino que también para los artistas, porque te quedas sin pega. Está costando porque allá la gente tiene el espacio pero puede ser que el Estado antes subvencionaba la luz, agua, gas, que es importante también para mantener un espacio entonces cuando se quitan esos subsidios no hay como sostenerlo o hay que subir el precio de la entrada, la gente no tiene dinero y empiezan a cerrar, sobre todo porque la gente no tiene dinero en Argentina, está pésima la cosa. Es difícil hacer cultura en gobiernos de derecha, entonces uno tiene que pensar muy bien cuando es artista y se queda en esos espacios de derecha o arranca mientras dure.

-¿Y en Caldera es difícil hacer arte hoy día?

Sí, es muy difícil. Siempre ha sido difícil, siempre ha costado y lo sigue siendo. Tengo recuerdos cuando era muy chica, con 4 o 5 años le decía a mi madre que yo quería ser actriz. Mi madre me decía, cuando cumplas 18, va a haber un teatro en la zona. Tengo 35 y no hay ningún teatro. Ninguna escuela de teatro. Entonces, cuando no está el espacio cuesta mucho más. A veces me pregunto, cómo los romanos podían tener teatro y era algo importante. Una ciudad sin teatro no era una ciudad democrática. Y yo pienso lo mismo de Caldera, me cuesta hablar de democracia en una ciudad en que no hay teatro.

-Y no solo teatro, sino que también tienen que haber recursos para financiar la actividad cultural.

Sí, hay que partir porque no existe ni una infraestructura. Como no existe un cine, es una ciudad que está cerrada a la cultura hace años. Entonces, claramente es un problemón la cultura en Caldera.

– Sin embargo, debo decir a favor de Caldera, en el verano tú vas a un pub y hay unos artistas maravillosos cantando en distintos lugares.

Ah, sí. Porque los privados se ponen, pero solo en verano. Aún así, a nivel gubernamental o municipal, no contamos con espalda.  Alguna vez hubo un cine. Hay niños en esta ciudad que nunca han conocido el cine. Yo lo conocí con 16 años, por ejemplo. Entonces, claramente hay una deprivación cultural. Yo lo noto cuando me voy de la ciudad por primera vez, a los 16, me doy cuenta que hay una depresión cultural muy grande. No puede ser que  a los 14 haya conocido un teatro, cuando me venía dedicando al teatro desde los 6 años, recuerdo haber llorado un montón, no podía creer lo que estaba viendo.

-Cuando ves el mar, el desierto, la misma deprivación cultural, están de alguna manera en tu obra?

Sí. En mis dramaturgias, por ejemplo, siempre he escrito desde el no escenario, desde la calle. Todas mis obras son callejeras. No escribo con parrilla de luces, ni pensando que hay un escenario, una entrada, una salida, porque siempre tuve que actuar en la calle. Creo también que “Democracia orgásmica” tiene mucho de los paisajes de la zona. Siempre he creído que esta deprivación cultural también te arroja al desierto. O sea, somos tan desérticos que hasta somos desérticos en este arte. Creo que una de las cosas lindas que me deja actuar tantos años en la calle, sin un teatro, es poder hacer performance o pararme en cualquier escenario y saber moverme, saber dónde entrar, salir, que no me incomoda un baño, una silla, gente comiendo, como que he actuado en tantos lugares, en cerros, en playas, que nunca le di el valor que tenía que yo pudiera subirme a un escenario sin importar qué tipo de escenario fuese. Hasta que me tuve que ir y claro, era algo que mis profesores en actuación alababan, como oye, a la Nicol no le complica donde la pongáis actuando.

– Me decías que el desierto de alguna manera también está en tu obra. Háblame un poquito más de eso.

El desierto se ve en lo árido, en los sonidos, en los paisajes. Hablo también del mar, en mis sentimientos los comparo, aquella pasión. El calor del desierto también está, en sensaciones, en olores, en sus animales. Creo que “Democracia orgásmica” también es un libro que tiene esto de hablar desde el placer y desde el erotismo de todos lados,inclusive del erotismo de ir a mirar el mar, de tomarme un mate en una duna, y de abrazar lo que es hermoso de mi ciudad, porque es toda la magia que tiene Caldera.

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