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Cristian Muñoz escritor e investigador: “Para Atacama es de gran relevancia conocer su historia natural, nos permite mirarnos y saber que no hemos cambiado tanto”

Poeta, narrador e investigador a través de sus libros es posible tener una mirada de Atacama, la misma que ha impulsado a través de su editorial Alicanto Azul (www.alicantoazul.cl)

Cristian Muñoz  López es atacameño y en su obra se nota esta raíz. Como poeta su libro  “Nací para robar rosas de las avenidas de la muerte” (Editorial Cuarto Propio) ha cruzado las fronteras de la región y está en el curriculum escolar como lectura complementaria para los terceros años medios, y en la biblioteca digital del Mineduc, Con reseña del premio nacional de literatura y candidato al premio Nobel Raul Zurita. Mientras que el rescate que ha hecho publicando y actualizando las investigaciones realizadas en el siglo XIX por los naturalistas en su paso por Atacama también ha sido destacado nacionalmente.

Creó la editorial Alicanto Azul, que se propone publicar libros de autores actuales de la zona pero también de aquellos anteriores que son importantes de conocer y poder leer actualmente, entre los libros que ha impulsado destacan  “Rosario Orrego, obra reunida” y más de veinte libros de autores actuales.

-¿Hay una búsqueda de la identidad de la Región de Atacama  en tu obra?

Sí, hay una relación,  tendría que diferenciar lo que es el trabajo que he hecho como autor del de investigador. Como autor tengo un par de libros de poesía, uno se llama Tambo, entonces ya eso es una cosa muy identitaria, porque pertenece a un idioma llamado Quechua que se hablaba en los pueblos originarios andinos, nosotros somos parte de lo que se ha denominado el Capaq ñan, somos un tramo importante hacia el Taihuantisuyo y hacia el Collasuyo que es el sur del Imperio Incaico.

Por lo tanto, ahí hay un elemento de rescate identitario por tratar, digamos, como a través del lenguaje poético, poder comprender un poco qué fueron esos pueblos, de qué manera habitaron. Yo creo que, de alguna manera, la identidad de todos los pueblos originarios, ya sea la cultura Copiapó, la  Molle, la Ánima, la Diaguita, los Colla, están presentes incluso en el territorio, en la toponimia, en nuestros nombres, nuestros apellidos, incluso nuestros rasgos físicos, nuestros cuerpos.

-Y tú como descendiente de diaguita, ¿qué hay de diaguita en ti?

Creo que todos tenemos algo de diaguita, de colla, de mapuche. Somos una mezcla en este territorio. Tengo un vínculo muy directo, mi abuelo era diaguita, muy marcado por sus tradiciones. Son cosas que tienen que ver con la identidad de cómo uno habita y cómo ves ciertas prácticas recurrentes en los habitantes de estos lugares. Pero lamentablemente la cultura predominante, la cultura occidental, ha querido borrar la identidad de los

pueblos originarios, entonces es muy difícil para todas las culturas que habitan en estos territorios más alejados, en la periferia, conservar su identidad y generalmente lo que queda es una mixtura, una cosa sincrética, donde se mezclan las cosas para no desaparecer. ¿Y eso cómo se plasma? Como en la Fiesta de la Candelaria. En mi libro, por ejemplo, “Nací para robar rosas de la Avenida de la Muerte”, escribo una parte que se llama Virgen de la Candelaria, de un libro que se edita en Santiago y probablemente la gente de allá no tiene idea de quién es la Virgen de la Candelaria, ni la fiesta, salvo los comerciantes. Pero ahí aparece entonces en un texto  en una publicación nacional, un tema identitario, ni siquiera desde el punto de vista religioso, sino que básicamente es como constatar un hecho, que forma parte de nuestra identidad, que de alguna manera te ha marcado, creo que  esta fiesta nos ha marcado a todos de alguna manera en la zona.

-¿Y  en Tambo, qué hay de la identidad de estos pueblos actualmente?

Cuando tú buscas vestigios, ruinas y te encuentras con un tambo, una cerámica, es difícil ponerse en el tiempo en que fueron hechos. Uno está viendo los vestigios de algo que fue una cultura, que fue una comunidad.

-¿En tu libro Tambo estás hablando de eso?

Hay un cruce de lenguaje, esa es la búsqueda. Por eso hablo de los incas urbanos, que son atropellados por vehículos. Entonces el inca no era una persona que conocía los autos, obviamente, el inca caminaba para poder hacer sus ofrendas en los apus. Por ejemplo, las momias del llullaillaco, fueron días y días de caminata para hacer una ofrenda, un sacrificio humano de tres niños.

-Ahora cuéntame, ¿y en tu lado de investigador qué hay de esa búsqueda de identidad?

En la investigación básicamente he estudiado el siglo XIX, pero desde el punto de vista de la historia natural más que de la historia misma. O sea, la historia natural me ha llevado,

como por defecto a entender algunas cosas de los procesos históricos. Llámese, Vicente Pérez Rosales, José Joaquín Prieto, Bulnes, Montt, los periodos de los conservadores versus los liberales, la constitución de 1833, la revolución constituyente por medio, la Guerra del Pacífico,etc., Todas esas cosas están ahí  son como elementos concatenados de la historia, pero dentro de eso hay otra historia, corre en paralelo que es la historia natural, que es un paisaje, porque somos una geografía y una geología joven, que no es tan antigua, que está en permanente cambio, que ha tenido cambios climáticos incluso y todos los naturalistas descubrieron muchas cosas no solamente desde el punto de vista de las taxonomías, es decir de la flora, la fauna que registraron, sino que también elaboraron algunas hipótesis de por qué, por ejemplo,  algunos pueblos desaparecieron y otros no.

-Bueno, y también ellos miraron lo que había a disposición en cuanto a minerales.

Es que todas las expediciones naturalistas tenían una mirada de Estado. De hecho, la gran mayoría de las expediciones fueron financiadas por el Estado. Había ya una mirada económica de descubrir qué es lo que se podía explotar y con lo que contábamos.

-¿Y qué aporte significa que hoy día tú publiques eso y lo expongas?

Para Atacama es de gran relevancia conocer su historia natural, nos permite mirarnos y saber que no hemos cambiado tanto en todos estos siglos. También da cuenta de la gran biodiversidad de una zona aparentemente árida como el desierto, y la riqueza de sus recursos naturales, los que finalmente financiaron los primeros años de la República.

Porque, por ejemplo, Darwin tenía 22 años cuando estaba en Atacama. Para nosotros, 22 años es un joven que está en la universidad, y él andaba viajando cinco años en un barco, y ya era el biólogo connotado a esa edad. Tenía toda una gran cantidad de conocimiento desde el punto de vista de la ciencia y de la geografía, de la botánica, de la geología incluso, y se daba cuenta, digamos, como de los errores, como no sabíamos muchas cosas en realidad.

-Y ahora, desde la editorial Alicanto Azul ¿cómo valoras tú el haber publicado el libro Rosario Orrego?

Seguimos en el siglo XIX… Yo creo que la publicación de Rosario Orrego lo que hace es instalar definitivamente, con la publicación de Alicanto Azul y el trabajo de Osvaldo Angel y Catalina Zamora, se logra poner en el escenario nacional a un referente literario de Atacama. Antes no lo teníamos. Mi apuesta es que hace diez años atrás, o un poco más, Atacama no contaba con una figura canónica, hoy sí.

-Estaba José Joaquín Vallejo.

Sí, pero José Joaquín Vallejo solo los que lo conocían. Pero hoy día tú ya dices Rosario Orrego en todo Chile y todos ya saben que es Copiapina, hay una asociación directa. Tú dices Gabriel Mistral y asocias directamente a la Cuarta Región, ¿no? dices Andrés Sabela y Antofagasta. Pero acá no había ese referente. Y tuvimos que buscarlo en el siglo anterior, en el siglo XIX. No quiere decir que no lo haya ahora, lo desconozco, creo que hoy día, si una obra va a terminar siendo canon de la literatura de Atacama, requiere de tiempo y algún estudio, no solamente cantidad, a veces cantidad no es sinónimo de calidad.

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