El resultado del fin de semana es tan elocuente, que nadie puede quedar incólume. Cualquier lectura desde un prisma político o partisano se queda corto. Acá hubo un “cachuchazo” de la ciudadanía contra la élite política, social y cultural dirigente. Fue un clamor hastiado por cambios en la manera de relacionarnos, de repartir las cargas y los beneficios. Fue un llamado –especialmente reflejado en el segundo voto– a terminar con la indolencia y la falta de sentido de urgencia en tramitar los cambios sociales y políticos. Y el carácter pacífico y republicano fue también un portazo a los radicalismos violentos y a los relatos refundacionales. Chile no quiere ni inmovilismo ni revolución. Quiere cambios que le permitan a todos tener la tranquilidad y la calidad de vida necesaria para decirse realmente libres.
Desde el Rechazo tenemos que sacar lecciones de las sombras y luces del trabajo realizado. El anhelo de cambio es tan profundo y transversal, que incluso una versión reformista del Rechazo se tornó en insuficiente. Además, existe un público joven, proveniente principalmente de sectores medios, que tiene nuevos códigos y preocupaciones, que está más conectado y empoderado, y que aspira a ser protagonista. Ese segmento subió mucho en cantidad de votos, especialmente en la Región Metropolitana. Pues bien, ese grupo es especialmente hostil a la negativa de cambio. Y su alta presencia en las urnas, sumado a una baja de los sectores adulto-mayores producto de la pandemia, y de los sectores rurales por dificultades en la movilización, posiblemente colaboran a explicar lo holgado del resultado.
Ahora, entre tantas sombras para quienes íbamos por la opción vencida, emergen algunas luces. La encuesta Cadem del día siguiente del plebiscito indica que el 75% de los votantes del Rechazo lo hacen por querer reformas antes que una “Nueva Constitución”. Es decir, nuestra visión moderada logró calar en la mayoría de los votantes de esta opción, lo cual sin duda favorece la búsqueda de acuerdos en el proceso que viene. Además, otro dato interesante es que el 68% de los electores de centroderecha optaron por el Rechazo, lo cual no deja de ser meritorio en momentos donde los principales referentes –presidenciables, ministros, dirigentes históricos, etc.– estaban por la opción contraria. De este modo emerge una nueva generación de derecha que quiere subirse al carro de los cambios, pero desde una identidad que descanse en la libertad, el emprendimiento, la solidaridad y la descentralización, desafiando las posturas radicales del Frente Amplio y el Partido Comunista.
Los desafíos que vienen se resumen en empatizar y traducir el mensaje del día domingo. El 70% de los votantes del Apruebo escogieron esa opción para “garantizar derechos sociales en pensiones, educación y salud”. Eso exige ponerle acelerador y terminar de obstruir las reformas sociales que están esperando en el Congreso. Además, es necesario moderar las expectativas de lo que una Constitución puede hacer al respecto, y de los tiempos que demorará su dictación. Por otro lado, la holgura del segundo voto obliga un proceso de reflexión en ChileVamos, que empuje una actualización de su proyecto político –con una economía solidaria de mercado y una sociedad más justa y solidaria como piedras angulares–; en contenidos constitucionales mínimos –con metas solidarias vinculantes para el Estado en temas sociales y una reforma al régimen de gobierno, por lo menos–; y una lista unitaria de constituyentes, donde vayan los mejores, más allá de su credencial partidaria.
Diego Schalper, diputado
Fuente: LaTercera.com