Educar con amor y firmeza representa un gran desafío, ya sea en los momentos buenos y también en aquellos que no lo son tanto, especialmente en el escenario actual de pandemia, en el que vivimos con mayores cargas de estrés y ansiedad.
Para lograrlo se recomienda usar el mínimo de energía para obtener el resultado deseado, es decir, comunicar un mensaje que equivale a “estoy aprendiendo” y no el de “estoy enojado”. Además, es importante no dar apelativos negativos al niño como, por ejemplo: “Niño malo, no se tiran las cosas”, pues en este caso es mejor enseñarles a no hacerlo o bien a manejar con cuidado un objeto frágil, sin dar ningún apelativo negativo.
Por último, no temer a las reacciones, pues si bien los adultos muchas veces sabemos lo que es beneficioso para el niño, este no logra comprenderlo a la primera, ya sea porque no quiere escuchar, se rebela frente a una situación o se frustra al no poder hacer algo por sí solo. Aprender a canalizar las reacciones requiere de esfuerzo, tiempo y energía. Como es un camino largo, que inclusive muchos adultos no logran aún, es necesario aprenderlo y enseñarlo a temprana edad. Es importante, mantener la calma frente a las reacciones poco adaptadas de los niños, ofreciendo ayuda, escuchando y sobre todo empatizando con ese cerebro que está aprendiendo a razonar.
Paula Fuentes , Directora Pedagogía en Educación Básica, Universidad de Las Américas.