Cuando Raquel Teruel comenzó a sufrir síntomas de la COVID-19 intentó “mentalizarse” de que no tenía la enfermedad, pero tras quince días “con mucha fiebre” tuvo que acudir al hospital de Guadalajara en México, donde de inmediato fue ingresada en la unidad de cuidados intensivos (UCI).
Allí, tras una semana completamente sedada, Raquel comenzó a tener “alucinaciones”, como pensar que “me traían allí para matarme”, explica a Efe en una videollamada desde el Instituto de Enfermedades Neurológicas (IEN), donde recibe terapia de rehabilitación.
“Notaba que la muerte me estaba arrastrando, llamaba a mis hijos para que me salvaran. Cuando me quitaron los tubos de la garganta sentía que me daban vueltas y vueltas, unos ruidos parecidos a cuando se desenrosca un tornillo”, detalla.
En el hospital, esta mujer de 60 años sufrió una de las consecuencias más peligrosas de la pandemia poco conocidas hasta ahora, un ictus o ataque cerebrovascular.
Este tipo de hemorragia cerebral es causada por la inflamación descontrolada que el virus provoca en diversos órganos de los pacientes más graves.
“Me desperté y no podía mover una parte del cuerpo. Me dijeron que tenía que levantar la mano izquierda, pero no podía. En ningún momento pensé que aquello podía ser un ictus” subrayó.
Raquel, se recupera en el IEN y ha comenzado una terapia de ejercicios para luchar contra las secuelas del infarto cerebral, que consisten en “ponerme de pie, darme masajes en la espalda y en las piernas. El trato ha sido fenomenal, estoy agradecida a los médicos, celadores y auxiliares” añade.
“Me siento animada, quiero hacer ejercicios para andar, llevar una vida normal”, explica, aunque volver a casa es un pensamiento que le “agobia” porque “no quiero que mis hijos y mi marido estén pendientes de mí. Estoy aprendiendo bien lo que hago aquí para luego hacerlo en casa yo sola”, insiste.
Secuelas inexploradas
El infarto cerebral y la fibrosis pulmonar, pequeñas cicatrices en el tejido de los pulmones que impiden su correcto funcionamiento, son algunas de las secuelas más serias, pero no muy conocidas, que el coronavirus puede desencadenar en los casos más graves.
“Hemos tenido varios pacientes con ictus, cuadros neurológicos por minitrombos a nivel cerebral e incluso anemias, todo ello causado por la inflamación en una fase aguda”, explica a Efe el doctor Fernando de la Calle, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).
A estas patologías se unen otras como la encefalopatía hepática (imposibilidad del hígado de eliminar toxinas), la pérdida del gusto y el olfato o los fuertes dolores de cabeza.
Los pacientes críticos que han permanecido mucho tiempo en las unidades de cuidados intensivos también podrían sufrir secuelas físicas y psicológicas, como agotamiento muscular, nerviosismo, ansiedad, depresión o estrés postraumático.
Además, las autoridades sanitarias británicas señalaron esta semana su “creciente preocupación” por “un síndrome inflamatorio relacionado con la COVID-19” que está “surgiendo en niños del Reino Unido, o que pueda haber otro patógeno infeccioso, todavía no identificado, que esté asociado a estos casos”.
Esta nueva patología ocasionaría inflamación de los vasos sanguíneos, además de dolor abdominal y molestias estomacales, y afectaría a los niños positivos en la prueba de coronavirus, aunque se desconoce de momento el número total de menores afectados.
La ayuda psicológica, una gran aliada
La ayuda psicológica profesional es uno de los mecanismos más recomendados para luchar con las consecuencias emocionales de haber sufrido la pandemia y las patologías derivadas.
“Cuando ocurren este tipo de cosas siempre piensas que no te puede pasar a ti” explica a Efe Elsa Gómez, la hija de Raquel, quien subraya que hasta ahora no ha tenido “ayuda de ningún profesional”, pero no descarta acudir a uno, porque “no es el hecho de haber vivido estas circunstancias, sino lo que viene después”.
“Que tu madre despierte después de haber estado entubada y te den la noticia de que, a consecuencia de esta enfermedad, ha sufrido un ictus, es lo más duro que nos ha podido afectar psicológicamente” subraya.
También lamenta la inquietud causado por la escasa información recibida por parte del personal sanitario mientras su madre estaba hospitalizada: “A veces eran días enteros sin información… A mí nadie me informó de que mi madre había salido de la UCI, aunque entiendo que es un momento complicado y estén saturados” por la fuerte expansión de la pandemia, explica.
La pandemia mundial del coronavirus ha infectado a más de 3 millones de personas y causado más de 211.000 muertes en todo el mundo, mientras 210.773 solo en España, y ha costado la vida de 23.521 pacientes en el país.
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