El nuevo coronavirus lleva tres meses y medio desatando caos en el planeta, con más de 2,6 millones de contagiados y 182 mil muertos a nivel mundial al cierre de esta edición, de acuerdo a datos proporcionados por la Universidad Johns Hopkins.
Originado en China, finalmente se esparció por todo el orbe, gatillando una crisis sanitaria que hasta el momento se había enfocado en las consecuencias respiratorias del patógeno, el que en realidad afecta a todo el cuerpo con una ferocidad inusitada.
La revista especializada Science conversó con decenas de médicos pertenecientes a diferentes campos, quienes relataron a la publicación los estragos que el SARS-CoV-2 causa en otros órganos del cuerpo.
Estos, literalmente, ocurren de la cabeza a los pies e incluso se teme que el virus pueda esparcirse a través del excremento de los enfermos.
No obstante, todavía es demasiado temprano y el virus y su comportamiento siguen siendo desconocidos. Se necesita más investigación para saber fehacientemente cuáles son los reales alcances de la enfermedad y mucha más indagación científica para poder encontrar una cura a esta partícula que avanza sin freno.
Pulmones
Pese a lo anterior, académicos han logrado establecer que los receptores de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) serían cruciales a la hora de infectar el cuerpo, ya que el Covid-19 se aprovecha de ellos para ingresar al organismo, multiplicarse y desatar su caos.
Así, invadiendo una sola célula, tiene el camino libre para replicarse en otras.
Si el sistema inmune no logra derrotar al virus en su fase inicial, este se traslada hasta el sistema respiratorio y, en resumen, genera problemas en los alvéolos, ricos en receptores ACE2.
Las neumonías de las que tanto se ha hablado tienen su origen en la batalla que este primo del SARS y el MERS (que golpearon Asia en 2002 y Medio Oriente en 2012, respectivamente) libra en los pulmones en contra del sistema inmune, lo que produce pus, obstruye la respiración y obliga a que algunos pacientes sean conectados a ventiladores mecánicos para poder vivir.
En este apartado, Science mencionó que muchos médicos han notado la ocurrencia de “tormentas de citocina”, una reacción del sistema inmune que finalmente ataca todo tipo de células, sin importar su naturaleza, lo que puede derivar en el sangrado de vasos sanguíneos, bajas de presión, formación de coágulos y una eventual falla generalizada.
“La morbilidad y mortalidad real de esta enfermedad se basa probablemente en esta respuesta inflamatoria fuera de control”, dijo al medio Jamie Garfield, pulmonólogo del hospital de la Universidad Temple.
No obstante, esa hipótesis tiene detractores. “Parece que hubo una movida para asociar al Covid-19 con estos estados hiper inflamatorios. No he visto datos convincentes que ese sea el caso”, disparó Joseph Levitt, especialista en cuidados pulmonares críticos en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford.
Corazón
El corazón es otro de los órganos que especialistas han notado que sufre los embates del particular nuevo coronavirus.
La publicación dio cuenta del caso de una mujer de 53 años de Italia quien llegó al hospital con todos los síntomas de un infarto, incluso se comprobó que el ventrículo izquierdo solo bombeaba un tercio de la sangre normal.
Pero de infarto nada. Menos de bloqueo en las arterias. La paciente tenía coronavirus Covid-19.
Cómo es que el virus ataca a este vital músculo todavía es un misterio, pero la problemática se ha detectado en varios hospitales, en diferentes países, lo que ya ha sido publicado en revistas académicas com JAMA Cardiology.
Lo anterior puede extenderse a la sangre y provocar coágulos, los que fácilmente podrían llegar a los pulmones, matando a un paciente.
“Mientras más observamos, más probable parece que los coágulos juegan una parte importante en la seriedad y mortalidad del Covid-19″, aseguró a Science Behnood Bikdeli, un especialista cardiovascular del centro médico de la Universidad de Columbia.
Esta infección también llevaría a la constricción de los vasos sanguíneos, con lo cual aparecen problemas en la piel, especialmente en manos y pies.
En conversación con BioBioChile, Rodrigo Loubies, dermatólogo de la Universidad de Santiago (Usach), explicó tres estudios que cambiaron la forma en la cual, hasta hace pocas semanas, se entendían los efectos del SARS-CoV-2 en el cuerpo.
En concreto, todas las investigaciones apuntaron a que una porción de enfermos confirmados de coronavirus desarrollaron afecciones cutáneas aparte de problemas respiratorios, aunque algunos ni siquiera mostraron ese tipo de síntomas.
“Al principio, dada la gravedad del cuadro respiratorio, nadie se dio cuenta de la piel, que puede sufrir rash eritematosos, cuando una persona se enroncha entera, como ronchitas del sarampión”, relató en el contacto.
“Cuando la universidad me preguntó cómo iba el tema del coronavirus, planteamos este tema de informarle a la población, a que estén atentos, porque de repente uno se queda esperando síntomas respiratorios y hay niños o adolescentes que están teniendo estas manchas y sería importante ser evaluados”, señaló.
Riñones
Mientras el mundo busca desesperadamente mascarillas y el acceso a ventiladores mecánicos, las máquinas de diálisis no han enfocado la atención de la población hasta el momento.
“El pulmón es la principal zona de batalla, pero una fracción del virus ataca los riñones. Y tal como en el campo de batalla, si dos lugares están sido atacados al mismo tiempo, en cada sitio se pone peor”, dijo a Science Hongbo Jia, un neurocientífico del Instituto Suzhou de Tecnología e Ingeniería Biomédica de la Academia China de Ciencias.
“Si la gente no se está muriendo de fallas pulmonares, se están muriendo de problemas renales”, dijo por su parte Jennifer Frontera, neuróloga del centro médico Langone de la Universidad de Nueva York.
Efectivamente, los riñones son otro punto crucial para la infección, ya que estos son ricos en receptores ACE2. Así, el patógeno se transforma en una real amenaza para pacientes con enfermedades renales previas a esta pandemia, aseveró Suzanne Watnick, jefa en la especialidad en Northwest Kidney Centers.
Cerebro
Médicos principalmente de Estados Unidos, país más afectado por el virus, comenzaron a notar que aparte de los síntomas anteriormente mencionados, algunos pacientes se mostraban desorientados.
Bueno, comprobaron que el coronavirus igual impacta al cerebro y por ende al sistema nervioso.
Médicos franceses estudiaron a 58 pacientes con Covid-19 y establecieron que la mitad de ellos estaban desorientados o agitados, con lo cual scanners arrojaron posibles inflamaciones.
Sus hallazgos fueron publicados a través de un artículo en el New England Journal of Medicine, la revista de medicina más prestigiosa de Estados Unidos.
En tanto, otro artículo publicado en la revista de la Asociación Médica Estadounidense indicó que el 36% de un grupo de 214 pacientes chinos observados por especialistas de la salud tuvieron síntomas neurológicos como pérdida de olfato, neuralgias, convulsiones y accidentes cerebrovasculares.
“Todo el mundo dice que es un problema de respiración, pero también afecta a lo que más nos importa: el cerebro”, dijo a la Agencia France-Presse (AFP) S. Andrew Josephson, jefe del departamento de neurología de la Universidad de California en San Francisco.
En la misma línea, Rohan Arora, neurólogo del hospital Long Island Jewish Forest Hills, relató que en sus labores diarias ven “a muchos pacientes desorientados”.
Tanto la corteza neuronal como el tronco encefálico tienen receptores ACE2, pero lo que todavía no se conoce es cómo ni por dónde el SARS-CoV-2 entra a estas estructuras, de acuerdo a Robert Stevens, médico de cuidados intensivos de la Universidad Johns Hopkins.
Lo que sí se sabe es que los coronavirus detrás de las epidemias de 2002 y 2012 infiltraron neuronas y, en algunas ocasiones, causaron encefalitis, es decir, la inflamación del cerebro.
Tracto intestinal
El tracto intestinal es otra zona del cuerpo humano que el mundo de la salud ha notado que puede sufrir con el nuevo coronavirus.
Uno de los tantos casos reportados fue el de una paciente de Michigan de 71 años quien regresó de un crucero por el río Nilo a principios de marzo con diarrea con sangre, vómitos y dolor abdominal.
Solo cuando comenzó a mostrar tos fue que los médicos descartaron que se tratara de algo netamente estomacal y la sometieron a un test de PCR. Et voilà, salió positiva por coronavirus.
Según consignó Science, muestras tomadas de sus excrementos también dieron positivo a ARN viral y nuevos exámenes arrojaron que tenía una herida en el colon, la que se asoció a una infección gastrointestinal derivada del coronavirus, de acuerdo a un estudio publicado en The American Journal of Gastroenterology (AJG).
Lo vivido por la turista conectó cabos para muchos, si tomamos en cuenta que el Covid-19 es un primo del SARS, al igual que sus familiares, este nuevo patógeno puede infectar el tracto gastrointestinal inferior donde receptores ACE2 también pueden ser encontrados.
Aquí es donde entendidos del área médica dicen estar preocupados ante la posibilidad que efectivamente las heces de una persona enferma contagien a quienes no lo están.
Pero como todavía no se conoce todo acerca de este virus, no se puede asegurar a ciencia cierta que ocurra o no.
Hasta la fecha “no tenemos evidencia” que la transmisión fecal sea importante, dijo a Science Stanley Perlman, un experto en los coronavirus de la Universidad de Iowa.
No obstante, y en base a la experiencia vivida con el SARS y el MERS, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos barajan de momento que el riesgo que esto sea otra forma de contagio “es bajo”.
Sumado a todo lo anterior, la publicación dio cuenta que un tercio de los pacientes hospitalizados por Covid-19 en Estados Unidos desarrolló algún grado de conjuntivitis.
Pese a que ya se entiende que el virus puede ingresar al cuerpo por los ojos, aún no se confirma que ataque directamente a los globos oculares.
“Otros reportes sugieren daño hepático: más de la mitad de pacientes internados por Covid-19 en dos centros asistenciales chinos tuvieron niveles elevados de enzimas, indicando problemas en el hígado o en las vías biliares”, escribieron.
“Pero expertos dijeron a Science que la invasión viral directa posiblemente no era el verdadero culpable. Afirmaron que otros eventos en un cuerpo con fallas, como medicamentos o un sistema inmune descontrolado, eran más capaces de generar el daño hepático”, concluyeron.
Podríamos haber estado más preparados
Con todo, ha pasado demasiado poco tiempo para que la ciencia y la humanidad entiendan completamente a qué nos enfrentamos, motivo por el cual encontrar un anticuerpo o vacuna surge como la anhelada meta en momentos que el planeta se ha detenido ante el brote de esta nueva enfermedad.
Pese a ello, el mundo podría haber estado más preparado para una hecatombe de esta magnitud, pero no ocurrió por una sencilla razón: dinero.
Corría 2002 y la enfermedad que finalmente fue bautizada como SARS afectó a 29 países, infectó a casi 10 mil personas y mató a cerca de 800 pacientes debido a complicaciones respiratorias.
Diez años más tarde, en 2012, surgió otro coronavirus: el MERS. En supeak se circunscribió completamente en Medio Oriente y a la fecha, de acuerdo a la OMS, ha ocasionado 2.494 casos y 858 muertes en 27 países.
Como ambos brotes fueron controlados relativamente a tiempo y afectaron a zonas específicas, los gobiernos, las autoridades sanitarias y los laboratorios descartaron financiar o llevar a término los estudios de vacunas que fueron realizados o encargados.
El escenario actual dista diametralmente a lo vivido con anterioridad y la carrera por encontrar una cura para el SARS-CoV-2 está en plena marcha.
Por ello, tanto Asia, como Europa y Estados Unidos luchan codo a codo por obtenerla primero. Incluso, el inmunólogo Jacob Glanville (Pandemia, Netflix) pretende lanzar un anticuerpo antes que cualquier inmunización.
Pero el Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas produjo en 2016 una vacuna para el SARS.
Así lo recordó en conversación con la BBC María Elena Bottazzi, codirectora de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Colegio Baylor de Medicina de Houston, mismo cargo que ostenta en el centro en cuestión.
“Habíamos terminado los ensayos y habíamos pasado por el aspecto crítico de crear un proceso de producción de la vacuna a escala piloto”, dijo al citado medio.
“Entonces fuimos a los NIH (Institutos Nacionales de Salud de EEUU) y les preguntamos: ‘¿Qué hacemos para mover rápido la vacuna a la clínica?’ Y nos dijeron: ‘Mira, ahorita no estamos ya interesados’”, señaló.
Susan Weiss, profesora de microbiología de la Universidad de Pensilvania, recordó que entre 7 a 8 meses después del fin de la epidemia los agentes que debían apoyar la investigación de curas“perdieron interés de inmediato en el estudio de los coronavirus”.
“El SARS afectó principalmente a Asia, con unos casos en Toronto, pero no llegó a Europa como este nuevo coronavirus. Después surgió MERS, el segundo coronavirus humano virulento, y ese quedó casi totalmente confinado en Medio Oriente”, recalcó.
“Después se disiparon los coronavirus y el interés por ellos. Hasta ahora. Y realmente creo que debíamos haber estado mejor preparados”, sentenció la académica a la cadena londinense.
“Hubiéramos tenido ya un ejemplo de cómo se comportan este tipo de vacunas y, aunque los virus no son exactamente iguales, vienen de la misma clase. Tendríamos ya la experiencia de ver dónde surgen problemas con la vacuna y cómo resolverlos. Porque ya vimos cómo se comportó pre clínicamente la vacuna del SARS y esperaríamos que la nueva vacuna se comporte relativamente igual”, sostuvo Bottazzi a la BBC.
“Ya hubiéramos podido tener un perfil de seguridad en humanos y más confianza en que estas vacunas se pueden usar en las poblaciones que las necesitan”, complementó.
Pero el caso es diferente en animales. Un brote mortal en la industria alimenticia significaría multimillonarias pérdidas para este sector productivo, motivo por el cual los coronavirus en animales están muy bien estudiados, con vacunas para varias especies.
“La realidad es que cuando hay un mercado hay una solución. Hoy en día contamos con cientos de vacunas para coronavirus, pero todas son para animales: cerdos, pollos, vacas”, explicó a la BBC Peter Kolchinsky, virólogo y director de la compañía de biotecnología RA Capital.
Todas a modo de frenar enfermedades que pueden ser onerosas para la industria avícola y ganadera, miedos que nunca aplicaron a la humanidad. Hasta ahora.